Cuando fui creciendo (no demasiado, dicho sea de paso) dejé eso de las cajas de tesoros, pues entre otras cosas consideraba señal de madurez dejar atrás los símbolos de la infancia.
Pero se ve que voy involucionando y de nuevo tengo una caja de tesoros, aunque lo he camuflado en forma de blog, para disimular.
Siempre que lo abro me saluda un gatito que ronronea agradecido cuando le acaricio el pechito con el puntero del ratón (¡menuda paradoja! quizá no se alegraría tanto si supiera a quién pertenece el puntero, je je je. ). Tengo enlaces de lujo con otros blogs especiales y queridos, de vez en cuando escribo o transcribo lo que considero interesante, adornándolo con imágenes que me parecen sugerentes. Y además colecciono realmente halagada y agradecida regalos en forma de comentarios, y visitas, aunque no dejen rastro visible.
Voy coleccionando mis propios tesoros y me permito expresar de vez en cuando mis intereses, agradecimientos, alegrías, curiosidades y demás asuntos que tienen algún efecto sobre mis emociones y sentimientos.
Dicho de otro modo, esta es mi manera adulta de volver a la niñez y seguir recopilando tesoros mágicos.