Sigo capturando mensajes que la vida va esparciendo ante mis pasos.
Hay una escena increíblemente tierna en una película de domingo por la tarde.
El protagonista es un niño un tanto especial que tiene dificultades para vivir en este planeta tierra, al que encuentra extraño, y un chico que le adopta para ayudarle en su adaptación, y en cierto modo, ayudarse a sí mismo, porque al igual que el niño, se encuentra más cómodo y protegido viviendo en su mundo interior lleno de fantasía, que en la vida real.
El niño, usa su forma particular de comunicación y comienza una especie de danza en silencio con su padre adoptivo. Cuando acaba, le mira sonriente y satisfecho y le dice “¡bonita charla!”.
Cuando bailamos, incluso en esa danza sin ritmo que nace espontánea de un súbito golpe de alegría, es justo eso lo que hacemos, expresar con el cuerpo lo que no alcanzan las palabras, necesitamos hablar con lo que nos rodea, comunicarnos con el mundo de una forma más directa, con el cuerpo y con el alma.
Las danzas sagradas, son una forma intensa de comunicación con lo sutil que nos envuelve. Hay bailes cuerpo a cuerpo, como el tango, el merengue, y otros tipos de baile de salón que son una forma muy directa de conectar con otra persona, a niveles difíciles de hacer de forma únicamente verbal.
Y de nuevo salgo al rescate para mi vida cotidiana…estamos aún lejos de danzar con otra persona para comunicar cosas que las palabras no pueden, danzar para comunicarnos con el universo...¿no sería hermoso?.