Mis días comienzan con un salto de alegría: Por el descanso que he podido disfrutar, por sentirme bien, por la ducha vivificante que voy a tomar, por el sabroso desayuno que voy a saborear, por lo que pueda regalarme este precioso día, y sobre todo por poder dar un salto de alegría.
Ayer además tuve un regalo inesperado, y por inesperado más preciado si cabe.
Caminaba saboreando los escasos rayos de sol que traía la mañana cuando encontré un precioso gato callejero con su parsimonioso andar y su natural elegancia. No puedo negar mi simpatía por los felinos, con los cuales me identifico en un tanto por ciento bastante elevado.
Lo sigo con la mirada mientras se cruza despacio conmigo. Debió notar que lo miraba con ternura porque de pronto levanta su mirada y sin detener su paso me dice “miau”, y sigue adelante. Yo, educada que soy, lo saludo también. Pero en castellano, porque aún no sé si mi maullido es entendible por los gatos, aunque a veces lo uso de todas formas.
Tengo que confesar que cuando un vecino me da los buenos días no me causa tanta alegría, y reflexionando el por qué, me doy cuenta de que con ellos nunca puedo saber si es pura cortesía o verdaderamente me desean un buen día.
Con el gato no tengo ninguna duda.
Ayer además tuve un regalo inesperado, y por inesperado más preciado si cabe.
Caminaba saboreando los escasos rayos de sol que traía la mañana cuando encontré un precioso gato callejero con su parsimonioso andar y su natural elegancia. No puedo negar mi simpatía por los felinos, con los cuales me identifico en un tanto por ciento bastante elevado.
Lo sigo con la mirada mientras se cruza despacio conmigo. Debió notar que lo miraba con ternura porque de pronto levanta su mirada y sin detener su paso me dice “miau”, y sigue adelante. Yo, educada que soy, lo saludo también. Pero en castellano, porque aún no sé si mi maullido es entendible por los gatos, aunque a veces lo uso de todas formas.
Tengo que confesar que cuando un vecino me da los buenos días no me causa tanta alegría, y reflexionando el por qué, me doy cuenta de que con ellos nunca puedo saber si es pura cortesía o verdaderamente me desean un buen día.
Con el gato no tengo ninguna duda.
2 comentarios:
Así mismo es Loli, los gatos son sinceros y francos en sentimientos, y siempre, aunque haya gente que no lo crea, están ahí cuando los necesitas.
Viva los gatos.
Besos.
Carmen
En mi casa siempre hubo gatos, y si no tengo ahora no es por falta de ganas, así que sé de lo que hablas. Nuestras emociones y estados de ánimo son para ellos transparentes, te arropan y te acompañan cuando lo necesitas con una sensibilidad y entrega que ya quisiéramos algunos humanos tener.
Los adoro.
Un beso, Carmen.
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